Gestionó con éxito durante una década la intendencia de Morón, en el Gran Buenos Aires, con un estilo de gobierno que muchos contraponen con el de sus pares justicialistas. Acaba de pedir licencia para presentarse como candidato a diputado nacional, dentro de un acuerdo que aglutina a gran parte de la centroizquierda bonaerense.
Referente del progresismo, habla de sus aspiraciones, de su relación con el Gobierno, de las diferencias con el resto de la oposición y del escenario político que se viene.
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¿Qué pretende representar la candidatura de Sabbatella a diputado nacional?
Hoy estamos en los prolegómenos de la campaña electoral, pero también estamos viviendo el momento fundante de un espacio político nuevo al que llamamos Nuevo Encuentro. En ese sentido, las candidaturas, la mía y la de mis compañeros, son una expresión más de ese momento fundante. Pero creo que también expresan una larga búsqueda ligada a lo que nos dejó la crisis de 2001: la profunda crisis de representatividad y la crisis del sistema de partidos, con la necesidad de construir nuevas herramientas políticas y de transformar el viejo sistema. Nuestro compromiso es recuperar la política como un instrumento de transformación, que nos permita volver a creer, volver a soñar y que nos vuelva a entusiasmar.
¿Cómo piensa posicionarse frente al gobierno nacional, teniendo en cuenta que le reconoce méritos, pero va a tener que enfrentarlo en las urnas?
Estamos frente a un proceso de recomposición de lo viejo. Por un lado, tanto la Coalición Cívica, aliada al radicalismo, como el PRO y el peronismo disidente intentan reciclar el viejo bipartidismo, en un sentido regresivo, conservador y bien de derecha. Por el otro lado, el oficialismo se enfrenta a las contradicciones y a los límites que le significan gobernar con la estructura del PJ, y queda frenado, sin posibilidades de avanzar más de lo que ya avanzó. El kirchnerismo inauguró, a partir de 2003, una cantidad de debates públicos que son parte de la agenda que compartimos. Pero si no se construye una fuerza política nueva que viva estos cambios, no por conveniencia sino por convicción, será difícil consolidarlos. La estructura que hoy sostiene a Kirchner es la misma que, no sólo le impide profundizar en sentido popular las transformaciones, sino que, además, le va a ir carcomiendo lo ya conseguido.
¿Qué cambia para usted que, quien represente al oficialismo en la provincia, sea el mismo Néstor Kirchner?
En lo personal, nada, porque son decisiones que no nos competen. Nosotros no nos sentimos cómodos en el universo opositor, pero tampoco en el oficialista. A nosotros nos pasa lo que a muchos vecinos de la provincia: consideramos que hay cosas que están bien y otras que están mal.
¿Habrá lugar para esos matices en un clima político donde parece jugarse a todo o nada?
Creo que es absolutamente necesario que así sea. Tanto para defender lo que está bien como para agregar lo que falta o cambiar lo que está mal, se necesita una fuerza política nueva. No tenemos por qué volver al pasado ni resignarnos a los límites del presente. Es cierto que se han inaugurado debates importantes, y nosotros los acompañamos, como la cuestión de la intervención del Estado. Pero esas cuestiones hay que profundizarlas, como hay que profundizar los intentos de distribución de la riqueza. Para eso, hay que hacer una profunda reforma tributaria progresiva. Hay que gravar la renta financiera, la renta minera, la renta petrolera, el juego. Hay que extender la asignación familiar por hijo para ocupados y desocupados. Y hay que darle la tan postergada personería gremial a la CTA. Además, necesitamos un blindaje social urgente para que el impacto de la crisis no golpee a los sectores más vulnerables. Y eso no lo van a hacer De Narváez ni Carrió. De eso estamos seguros, porque representan lo opuesto. Pero pensamos que la estructura del gobierno actual tampoco está dispuesta a profundizar esos cambios.Ante su boleta, la lógica del votante puede ser la siguiente: “Como opositor, Sabbatella quedó demasiado ligado al kirchnerismo; y para expresar acuerdo con las políticas de gobierno, mejor voto la lista del oficialismo”.
Lo que pasa es que lo nuestro no se explica a partir de cómo nos vinculamos con el adversario, sino a partir de cuestiones ligadas a la construcción política, al “cómo” y al “con quiénes”. Por eso, más que preocupados por los candidatos rivales, estamos ocupados en marcar un rumbo distinto y conformar una herramienta política nueva, con fuerte anclaje social, que tenga como eje el valor de la democracia y la justicia social. Y lo nuestro también se explica a partir de un diálogo profundo con la historia, porque pretendemos nutrirnos de las mejores tradiciones políticas de nuestro país y de América Latina. Ahora, no le escapamos a las definiciones y tratamos de ser claros. Esto no es lo mismo que lo anterior: es mejor, pero es insuficiente. Es insuficiente en término de políticas distributivas, de inclusión. Y no es suficiente, claramente, en materia de construcción de una política nueva que, al calor de lo que pasa en la región, puede dar nacimiento a un movimiento popular progresista que recupere el valor de la palabra, de la coherencia, que tenga una mirada a largo plazo. Es cierto: no entramos en la lógica oficialismo-oposición que se quiera instalar porque, justamente, queremos discutir otras lógicas.
En ese sentido, su armado consiguió cosas que otros políticos le deben estar envidiando: aglutinó a buena parte de la centroizquierda bonaerense y se dio el gusto de que lo apoyen los dos dirigentes más representativos de la CTA, Hugo Yasky y Víctor De Gennaro, que parecían enfrentados.En buena medida, hemos logrado que gran parte de los que naturalmente tenemos que estar juntos, ya lo estemos. Por supuesto, hay muchos más por sumar en distintos lugares. Pero dimos un paso importante. Formamos una fuerza política que puede demostrar que no todo es lo mismo, y que también puede hacer un balance de lo hecho que fortalece el valor de la palabra, que la enriquece con hechos. Podemos demostrar que no todo es lo mismo en el sindicalismo: ahí están Hugo Yasky, Víctor De Gennaro y Pablo Micheli como muestra; que no todo es lo mismo en la justicia, y ahí está Hugo Cañón, con su trayectoria; que no todo es lo mismo en la relación con los sectores más humildes, y ahí está Libres del Sur. Y, con humildad lo digo, ahí están los diez años de nuestra administración en Morón, más allá de que sabemos que no es Copenhague ni que está todo resuelto. Pero claramente hay un rumbo distinto.
¿No teme quedar preso de una eventual polarización? Es uno de los escenarios posibles y, usted, uno de los posibles perjudicados.
No, de ninguna manera.
¿Qué tiene que hacer una fuerza política cuando las fuerzas existentes no la representan?
Presentar sus propuestas. En ese sentido, nosotros tenemos como objetivo darle nacimiento a esta fuerza política y poner claramente sobre la mesa, en el debate, con la comunidad, con los bonaerenses, la existencia de otros caminos, para vencer la cultura de la resignación que te obliga a optar entre lo que está. Hoy se alimenta nuevamente eso, con la estrategia de volver a plantear que en la Argentina el sistema de partidos políticos se debe fundar sólo sobre la base de los dos partidos tradicionales o, en todo caso, sobre sus peleas internas. Nosotros decimos que esto no necesariamente tiene que ser así, que hay otros caminos. Y ése es el desafío. En los partidos políticos actuales prima la premisa de Groucho Marx: “Tengo estos principios; si no le gustan tengo otros”. Nosotros decimos: tenemos estas ideas y queremos debatirlas con la sociedad.
Las encuestas hoy lo dan por debajo, y a una distancia considerable, de las listas Néstor Kirchner, Francisco de Narváez y Margarita Stolbizer, en ese orden.
¿Cuál considera que es su piso y con qué porcentaje quedaría conforme?
Lo importante para nosotros hoy es que se visualice que existen otros caminos. Por supuesto, tenemos vocación de mayoría y vocación de gobierno, pero todo a su tiempo, porque somos conscientes de que nada nace grande. Ahora, lo que sentimos y vemos es que hay claramente un espacio concreto para explorar y que hay una demanda que estamos en condiciones de satisfacer.
¿Con quiénes cree que disputará de manera más directa el electorado?
Vamos a dialogar con todos los bonaerenses y creo que, con nosotros, pueden sentirse cómodos los que provengan del peronismo, del radicalismo, del socialismo o quienes sean independientes. Como pasó en Morón, el nuestro es un espacio que rompe las fronteras de las pertenencias partidarias históricas y, a partir de ahí, intenta construir un nuevo relato a futuro. Pero, por sobre todas las cosas, somos una fuerza política que se plantea un proyecto nacional, democrático y progresista, cuya preocupación central son los sectores populares, pero que pretende llevar adelante un profundo diálogo con los sectores medios.
“Hay una carrera por ver quién es más de derecha” Entre quienes intuyen que el kirchnerismo es un ciclo agotado o que se acerca a esa situación, la mayoría no ve un recambio por centroizquierda, precisamente. Todo lo contrario: más bien lo ven por derecha. ¿Qué le sugiere?
Hoy, en la oposición, existe una carrera por ver quién es más de derecha. Visualizan la posibilidad de un nicho vacante por ahí, y van desesperados a ocuparlo. Los puedo citar, aunque me olvide de algunos: son los Macri, los De Narváez, los Solá, los López Murphy, pero también las Carrió, los Cobos y los radicales que los acompañan. Están atravesados por la misma lógica: quieren reciclar la vieja estructura partidaria, pero por derecha. Con las viejas etiquetas, pero sin el componente popular e identitario que tuvieron en el pasado estos partidos. Y esto mismo reafirma nuestra idea de construir una fuerza política progresista y popular que salga de esa trampa.
¿Cuánto hay de trampa discursiva y cuánto, también, de cambio en las relaciones de fuerza en la sociedad?
No creo que se haya dado ese cambio de manera tan drástica que deba ser así. Pero supongamos, como un ejercicio de imaginación, que efectivamente se dio esa especie de giro a la derecha de la sociedad. Lo que no puede hacer una fuerza o un dirigente es, por eso, acomodar el discurso e ir desesperado a ocupar el nuevo lugar vacante. Es más, si hay una derechización en algunos debates políticos, más grande es el desafío para las fuerzas progresistas. Es cierto que la política argentina está llena de oportunismo y pragmatismo. También es cierto que a buena parte de nuestros políticos cualquier colectivo los deja bien, pero son muchos los que están dispuestos a apoyar un cambio y que ese cambio sea en serio. En las formas y en el contenido.
“Hay que desdramatizar la elección” ¿Qué opinión tiene de las últimas declaraciones de Néstor Kirchner sobre el riesgo de volver al 2001 si el oficialismo pierde la mayoría parlamentaria?
No me parece correcto poner ese dramatismo en una elección de medio término. No me parece que esté bien, ni me parece que así sea. Muchos aciertos del propio Gobierno lo van a impedir. Es cierto que hay una oposición que quiere volver al pasado y que el futuro que intenta mostrarnos tiene más que ver con los noventa que con los debates tímidos, pero presentes al fin, dados desde 2003. Pero de ahí a que se plantee que, de no conseguirse la mayoría, se vuelva al 2001 me parece inoportuno.
¿Con qué escenario nos vamos a encontrar el 29 de junio, el día después de la elección?
Posiblemente, con un escenario político nuevo, pero más que los resultados en sí hay que ver cómo los interpreta cada sector y cómo los lee la sociedad. Insisto: no me parece que se tenga que generar un drama por eso. Si esto es así, tendríamos que discutir profundamente si es conveniente o no que haya elecciones de medio término. En varias provincias no las hay; en algunos países, tampoco. Pero si nuestra democracia no es capaz de pensar en otros términos, sería preocupante.
¿Cree, entonces, que no se verá afectada la gobernabilidad en caso de sufrir una derrota el Gobierno, por ejemplo?
No. No tendría por qué ser así. Es cierto que el Gobierno está planteando en estos términos la cosa y es cierto que hay una oposición muy irresponsable. Pero no tiene por qué ser así.